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Fue salvada de las aguas cuando tenía nueve años; más de tres décadas después, se reunió con quienes la rescataron

A woman and two men walk along a pier next to a boat in San Pedro.
Desireé Rodríguez, ahora Desireé Campuzano, en el centro, camina por 22nd Street Landing, en San Pedro, con Mark Pisano, a la izquierda, y Paul Strasser, quien la rescató en un accidente de bote que sufrió en la isla Catalina en 1986.
(Carolyn Cole / Los Angeles Times)
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Había flotado en las frías aguas del Pacífico durante una noche y la mayor parte del día. Mantenida a flote por su chaleco salvavidas naranja y la proa del bote hundido de su familia, Desireé Rodríguez, entonces de nueve años, había visto impotente cómo un pariente tras otro dejaba esta vida.

Primero, su madre comenzó a echar espuma por la boca y luego se quedó quieta. Su hermana de cinco años murió poco después. Su tío fue el siguiente, seguido de su tía.

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Ahora se encontraba sola, sin idea de dónde estaba su padre. Había estado al timón durante lo que comenzó como una excursión de pesca rutinaria en la embarcación familiar. Pero poco después de que ésta volcara, a millas de tierra firme, el hombre intentó nadar a través de la niebla oscura y espesa, para pedir ayuda.

Justo cuando Desireé también comenzaba a rendirse, el capitán de un barco comercial de pesca deportiva vio una mancha naranja flotando en el agua a través de sus binoculares. En cuestión de minutos, el primer oficial de la embarcación había saltado al agua y tomaba el chaleco salvavidas de Desireé, tirando de ella hacia la embarcación y de regreso hacia la vida.

La tripulación llamó por radio a la Guardia Costera, luego transportó a la niña de regreso a San Pedro, donde los médicos la sacaron del bote en una camilla. Esa fue la última vez que los rescatistas y la niña se vieron. Hasta este año.

Una expedición de pesca

El 18 de mayo de 1986 fue uno de esos días hermosos y soleados que regularmente atraía a la familia Rodríguez hacia la isla Catalina, para pescar en su bote recreativo de 28 pies, DC Too.

Al padre de Desireé, un trabajador de la construcción de 30 años llamado Thomas Rodríguez, le encantaba el deporte, especialmente la pesca de róbalo. Un hombre fuerte y delgado, había inculcado en su hija mayor el amor por el aire libre, le había ensañado cómo colocar carnada en un anzuelo y arrojar el sedal. A veces la llevaba en su vehículo de tres ruedas a las montañas, cerca de su casa, en Riverside.

Como era costumbre al menos una vez al mes, la familia abordó su bote esa mañana de mayo, para disfrutar de un día sin preocupaciones. Por primera vez, la hermana de Thomas, Corinne Wheeler, de 33 años, y su esposo, Allen Wheeler, de 34, habían decidido unirse a ellos, dejando a sus tres hijos en su casa, en el vecindario de Riverside donde vivían ambas familias, así como los abuelos de Desireé. Después de un día de pesca, la familia dejó la isla al caer la tarde, un poco después de lo habitual, y pronto se formó una densa niebla.

Desiree Rodriguez stands by a boat
Desireé Rodríguez Campuzano, el mes pasado en 22nd Street Landing, San Pedro.
(Carolyn Cole / Los Angeles Times)

Desireé se quedó dormida junto a su hermana de cinco años, Trisha, en una mesa en la cubierta inferior del barco. Las órdenes bruscas de su padre la despertaron sobresaltada: “Sal del bote. ¡El barco se hunde!”.

Desireé empujó a su hermana hacia el agua oscura y fría, ambas con chalecos salvavidas. Los siguió su madre, Petra, una pequeña y tranquila mujer de 29 años que estaba embarazada.

En cuestión de segundos, la embarcación volcó por completo, dejando solo la punta de la proa en el aire, y los seis miembros de la familia quedaron varados en las heladas aguas del Pacífico. Mirando los rostros de su padre, madre, tía, tío y hermana, Desireé no se asustó. “Era lo que uno vería en una película”, recordó en una entrevista reciente. “No podías ver nada a tu alrededor. Estaba oscuro. Pero era pacífico, silencioso”.

Después de un tiempo, su padre les dijo que nadaría en busca de ayuda. “Volveré”, dijo antes de desaparecer en la oscuridad.

“Mi papá era como un superhéroe para mí. De hecho, pensé que buscaría ayuda”, relató Desireé.

Cuando su madre murió, Desireé envolvió una cuerda alrededor de su pecho y la ató al bote, para que no se alejara flotando. En algún momento, su hermana también murió. “Recuerdo que después de eso estuvo bastante tranquilo”, relató. “Creo que todos estábamos un poco incrédulos y esperando”.

“En ese momento, simplemente tomé una decisión: ‘Necesito alejarme de este barco. Necesito nadar lejos, a otro lugar... ¿Dónde? No lo sé’”.

— Desireé Rodriguez

Two men with a fish they caught
Una foto sin fecha de Paul Strasser, izquierda, y Mark Pisano. Los dos se abrieron camino en la actividad; comenzaron fregando cubiertas hasta llegar a pescar.
(Handout)

A bordo del First String

Paul Strasser y Mark Pisano, dos corpulentos jóvenes de 23 años, todavía eran nuevos en la capitanía de barcos cuando partieron de San Pedro con 35 pasajeros a bordo del First String, un barco que habían ayudado a construir, a las 6 de la mañana del 19 de mayo.

Estos mejores amigos se habían conocido a los 14 años, cuando Pisano recogió el boleto de pasajero de Strasser en un viaje matutino a Horseshoe Kelp, en el puerto de Los Ángeles. Poco después, Strasser renunció a su trabajo de repartidor de periódicos para unirse a Pisano en los barcos de pesca, donde fregaban cubiertas, limpiaban pescado y se ganaron el título de “bobos”: jóvenes pescadores ansiosos por aprender a manejar el oficio.

Los dos pasaron de ser bobos a marineros de cubierta y, finalmente, a pescadores en pleno derecho, capaces de trabajar no solo en expediciones de pesca comercial, sino también en cruceros de avistaje de ballenas y en negocios de carnada y aparejos. Salían juntos durante las vacaciones escolares y asistían a fiestas de fraternidad, pero sobre todo pasaban su tiempo libre aprendiendo el oficio. En poco tiempo, se convirtieron en dos de los capitanes más jóvenes en 22nd Street Landing, de San Pedro.

Su viaje de pesca, el 19 de mayo, comenzó sin incidentes. Pisano recordó que el clima era una “niebla espesa”, tan densa que no se podía ver la popa del bote, y que los peces no picaron en toda la mañana. “Íbamos a probar un lugar más y luego irnos a casa”, relató. Pero luego, un jurel, un preciado pez de caza, “comenzó a picar de la nada”. Así, se quedaron un par de horas más, pescando un ejemplar tras otro. Para entonces, la niebla se había despejado y el sol brillaba.

Mientras tanto, Desireé y los dos miembros restantes de su familia perdían la conciencia. Para mantenerse despiertas, Desireé y su tía soñaban despiertas sobre cómo serían rescatadas. Se alojarían en un hotel, solicitarían el servicio de habitaciones y se esconderían bajo las mantas de la cama, cómodas y cálidas. “Todavía teníamos esperanza”, afirmó la niña. “Vamos a estar bien. Vamos a salir de esto”.

Su tío evidentemente no compartía su esperanza. Con el sol de la tarde ahora en lo alto, recordó, él nadó alejándose del bote. “Simplemente se rindió”, relató.

Desireé nadó tras él, impulsada por la súplica de su tía: “No dejes que se ahogue”. Ella lo alcanzó rápidamente, pero luego le costó mantener a su tío, alto y fornido, fuera del agua. Finalmente tuvo que dejarlo ir; el hombre se deslizó bajo la superficie.

Desireé no recuerda cómo ni cuándo murió su tía. Pero pronto, la niña de nueve años se dio cuenta de que estaba sola en el océano. “En ese momento, simplemente tomé una decisión: ‘Necesito alejarme de este barco’”, recordó. “Necesito nadar lejos, a otro lugar... ¿Dónde? No lo sé’”.

El rescate

A última hora de la tarde, Strasser y Pisano emprendieron el viaje de regreso a San Pedro, con su carga de jurel recién capturado. Uno de los miembros de la tripulación fue al bar del nivel inferior para tomar un cóctel. Strasser se sentó detrás del timón, que estaba en piloto automático.

Luego, a unas siete millas de la isla, notó algo blanco parpadeando en el agua, a media milla de distancia. Dirigió el First String hacia ello y miró por sus binoculares, pensando que sería el parachoques de un barco.

“Cuanto más me acercaba, menos lucía como un parachoques”, recordó. “Aquí hay algo; esto es extraño”.

Entonces le dijo a Pisano, que se había unido a él en la timonera, que se preparara para saltar al agua. “Cuando me acerqué, vi un cadáver boca abajo”, relató Strasser, refiriéndose a la madre de Desireé. “Estaba enredado en toda esta cuerda... ‘Dios mío, nadie ha llegado aquí antes’, pensé”.

Strasser llamó por radio a la Guardia Costera, pero fue interrumpido por pasajeros que gritaban a continuación. En la conmoción, notó a otras dos personas en el agua: una era la tía de Desireé, también flotando boca abajo. La otra, que vestía un chaleco salvavidas naranja, se balanceaba con las olas, su cabeza y cabello castaño eran visibles justo por encima del agua.

“Sabía que, si tenía un chaleco salvavidas, y veía algo marrón encima, teníamos una oportunidad”, relató Strasser. Condujo el bote hacia Desireé, quien recuerda haber visto figuras en la gran embarcación blanca. “Para mí, era como el Titanic”, recordó.

Tan pronto vio que la niña estaba viva, Pisano se desnudó hasta quedar en ropa interior y saltó al agua fría. Bombeando adrenalina, nadó hacia ella y tomó su chaleco salvavidas. Desde su estado casi inconsciente, Desireé se estremeció. Pisano nadó de espaldas al barco, donde los médicos de la Guardia Costera la cubrieron de inmediato con botellas de agua tibia que le picaron la piel fría.

A man swims for a child in a life jacket
La niña estaba “fuera de sí” cuando Pisano la rescató del océano, relató. Al momento que tomó su chaleco salvavidas, ella se estremeció: una señal de vida.
(Handout)

Desireé, ahora de 44 años de edad, recuerda sentirse inundada de alivio. Si el barco no hubiera llegado en ese momento, piensa, “no creo que hubiera vivido, seré honesta… Pienso que en ese momento, ya estaba casi rendida”.

Cuando el pesquero se detuvo, en 22nd Street Landing, un enjambre de cámaras de noticias y helicópteros zumbando los recibieron. “Dos muertos, tres desaparecidos, pero una niña de nueve años sobrevivió al vuelco de un barco recreativo en el mar”, tituló Los Angeles Times a la mañana siguiente.

Una portavoz de la Guardia Costera dijo en el artículo que Desireé tenía “una constitución fuerte y resistente”, y que aparentemente no había sufrido lesiones físicas importantes. Estaba “de buen humor” a pesar de su larga espera en el océano. La niña salió del San Pedro Peninsula Hospital al día siguiente, después de ser tratada por agotamiento e hipotermia, según el archivo de The Times.

Los funcionarios no encontraron ninguna señal de colisión cuando sacaron el bote de la familia, el DC Too, fuera del agua, y concluyeron que un gran oleaje, tal vez por la estela de un barco que pasaba, pudo haberlo volcado. La búsqueda del padre, la hermana y el tío de Desireé fue abandonada dos días después de su rescate.

“Incluso tenía la esperanza de que mi padre hubiese llegado a alguna parte”, asegura Desireé ahora. “Quizá vive en una isla y tiene amnesia y no sabe siquiera que tenía familia, pensaba. Siempre tienes esperanza. Pero uno crece y la realidad se impone. Ahora pienso, bueno, está bien, no lo logró”.

Newspaper clipping with photo of medics
Los Angeles Times documentó el incidente y la búsqueda del padre, el tío y la hermana de Desirée.
(Los Angeles Times)

Strasser y Pisano obtuvieron placas conmemorativas por su valentía del alcalde Tom Bradley.

Desireé Rodríguez, ahora Desireé Campuzano, fue adoptada y criada por otra tía y un tío. Nadie le preguntó sobre su experiencia en el agua. No querían traumatizarla de nuevo, relató. Tuvo sesiones de terapia durante un tiempo cuando era niña, pero las encontró inútiles. Sobre todo, se las arregló sola y trató de ser una buena persona, guiada constantemente por la pregunta: “¿Qué esperarían mis padres de mí?”.

Desireé asistió a la universidad en Fullerton y Cerritos, y construyó una carrera en justicia penal. Se casó en 2013 y, hace cinco años, tuvo un hijo.

Cuando tenía poco más de 20 años, comenzó a preguntarse acerca de sus rescatadores. Le envió un mensaje a Oprah Winfrey, tratando de obtener ayuda. Strasser y Pisano a veces también pensaban en ella, especialmente cuando alguien preguntaba, ¿cuál es tu historia más loca en el mar? Pero ni Desireé ni los hombres que la habían salvado sabían por dónde empezar a indagar.

“Desireé era un fantasma”, comentó Strasser. “La salvamos, estaba en el mundo. Y eso es todo lo que sabíamos. No teníamos pistas ni nadie que supiera cómo localizarla”.

Two people hug on a pier.
Desireé Campuzano, a la izquierda, abraza a Philip Friedman, quien organizó el reencuentro con sus rescatadores, Paul Strasser y Mark Pisano, al fondo.
(Carolyn Cole / Los Angeles Times)

La reunión

Cuando la pandemia de COVID-19 descarriló los planes de Philip Friedman de regresar a su trabajo como profesor cerca de Shanghai, el año pasado, el aficionado a la pesca, de 62 años de edad, decidió quedarse en el sur de California con su familia y hacer un podcast sobre su pasatiempo. “Friedman Adventures” fue lanzado en diciembre, con historias de pescadores que hablan sobre botes, capturas y consejos de pesca. En un episodio, Pisano recordó el rescate de 1986. “Es una historia extraña, como si tuviera algunas cualidades sobrenaturales”, relató en el podcast.

Friedman sintió un cosquilleo por su columna al escuchar la anécdota. “Mi cerebro solo pensaba: ‘Voy a tratar de localizarla’”, agregó Friedman. “¡Tenemos que terminar esta historia!”.

El mismo día en que se publicó el episodio en línea, Pablo Peña, de 41 años, lo sintonizó en su viaje de 20 minutos a su trabajo como ingeniero ferroviario en Commerce. Peña había seguido la primera temporada de Friedman con gusto, después de haber conocido al podcaster una década antes en una excursión de pesca. La anécdota de Pisano evocó un recuerdo.

“Desireé era un fantasma”, comentó Strasser. “La salvamos, estaba en el mundo. Y eso es todo lo que sabíamos. No teníamos pistas ni nadie que supiera cómo localizarla”.

— Paul Strasser

Peña recordó una conversación que había tenido al menos 17 años antes con una excompañera de trabajo. Ella había hecho un breve comentario sobre la pérdida de sus padres en un accidente de bote, del cual había sido la única sobreviviente. En ese momento él no hizo ninguna pregunta, porque prefirió no abordar un tema tan delicado.

“Pero al escuchar la historia pensé, ‘bueno, podría ser ella’”, narró Peña. “Deberían decir que su nombre era Desireé Rodríguez para confirmarlo”.

“Su nombre era Desireé Rodríguez; esa fue la niña que rescatamos”, afirmó Pisano en el podcast. “Hay muchísimas Desireé Rodríguez en Los Ángeles, ni siquiera puedo precisar cuántas”.

Peña volvió a escuchar el segmento. “Estaba conmocionado”, expresó. “Esto era casi surrealista”.

Entonces, le envió de inmediato un mensaje a Friedman, quien pensó: “Tienes que estar bromeando, amigo. No puede ser”.

Primero, Friedman le preguntó a Desireé si quería conocer a sus rescatadores. “Para mí era extraño. No era una rareza, pero sí un poco espeluznante”, reflexionó ella. Al ver el video del podcast, se emocionó. “Después de todos estos años, que surja esto, ¿cuántas posibilidades hay? Muy escasas”.

Friedman ideó un plan para sorprender a los dos capitanes de pesca con la mujer que habían rescatado hace 35 años, todo grabado para su podcast. “Pensé que sería una forma dramática e interesante de hacerlo”, expresó Friedman. “Algo que esos dos tipos, creo, nunca olvidarán”.

Desireé apareció en 22nd Street Landing unos días después. El video del podcast la muestra entrando al estudio, supuestamente como ‘Raquel’, una traductora que iba a volver a contar la historia del rescate de los capitanes para la televisión española. “Estaba nerviosa al principio”, relató ella, “solo por ver [a los] muchachos y poner una especie de cierre a ‘lo ocurrido’”.

Con una gran sonrisa, Rodríguez escuchó a sus rescatadores -que no tenían idea de su verdadera identidad- contar su propia versión de la historia. “Vaya, es genial que hayan podido hacer eso”, afirma Desireé en el video. “¿Y ustedes ni siquiera han tenido contacto [con la chica]?”

Después de casi 10 minutos, Friedman rompió el silencio.

“Muchachos, quiero decirles algo”, comenzó. “Ella no es una traductora. Voy a dejar que se presente ella misma”.

Pisano golpeó la mesa; una señal de reconocimiento. Todo el mundo rompió en lágrimas. “Soy Desireé”, dijo, con voz temblorosa.

En medio de abrazos, lágrimas y gritos, surgió la historia que había unido a tres extraños a lo largo de décadas.

“Siento que es una especie de hija nuestra, en cierto modo, porque la devolvimos a la vida”, relató Strasser. “Aunque nunca nos conocimos”.

En el par de semanas desde que se reunieron, Strasser volvió a hablar con Desireé por teléfono. Pisano le presentó a su esposa e hija. Después de ver el video decenas de veces, Friedman todavía llora. Peña compartió el clip con amigos y familiares, deleitándose con su reacción.

Durante años, Desireé se preguntó sobre los hombres que la habían rescatado. Ahora que los conoce, espera estar conectada con ellos para siempre.

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