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Settecento ofrece sabores italianos tradicionales en medio de un ambiente moderno y céntrico

Las instalaciones del nuevo restaurante Settecento, al lado de la Biblioteca Central.
(Settecento)
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Los devastadores incendios que azotaron al Sur de California se encuentran casi completamente controlados, lo que no quiere decir que lo que se viene vaya a ser fácil para los afectados. Pero la contención del desastre está dándole a todo el mundo un respiro necesario que podría ser aprovechado para tomar una copa y, claro está, probar un buen platillo.

Y eso es lo que ha estado sucediendo desde el fin de semana pasado con la apertura de Settecento (700 W 5th St, Los Ángeles, CA 90071), un nuevo restaurante ubicado en el corazón de la ciudad cuya meta principal es ofrecer una carta en la que abundan los manjares propios de las ‘nonnas’, pero servidos en medio de un ambiente que, sin pretender ser extremadamente moderno, posee una vibra incuestionablemente contemporánea.

Durante el evento de prensa realizado hace unos días en el local, ubicado en la acogedora área de los Maguire Gardens que colinda con la Biblioteca Central, Los Angeles Times en Español tuvo la oportunidad de comprobar la calidad de la cocina y de apreciar el original diseño arquitectónico de un vibrante espacio que, además, acaba de realizar un evento especial de apertura cuyos fondos estuvieron destinados a las personas afectadas por los incendios, en alianza con la Escuela Secundaria Charter de Palisades.

Lo primero que hay que destacar, por supuesto, es el nivel de la oferta culinaria, planificada por el Chef Ejecutivo Francesco Angri y por el maestro pizzero Mario Orsini, ambos de Nápoles, y plasmada en un menú que, de manera significativa, menciona a todos los platillos en el italiano original y los divide en seis secciones (antipasti, salad, pasta, pizza, secondi y dolci), pero que, por supuesto, los describe después en inglés para ofrecer detalles de sus ingredientes.

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Una muestra de los platos de plasta que se sirven en Settecento.
Una muestra de los platos de plasta que se sirven en Settecento.
(Settecento)
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A la mesa

Como suele suceder en la mayoría de las cocinas del mundo entero, la sencillez suele ser a dar a veces los mejores resultados, lo que nos lleva a elegir como favorito al Papardelle al Tartufo, compuesto por la combinación de esta clase de fideos originarios de la Toscana con una salsa de trufas, mantequilla y parmesano que, en desmedro de su simpleza, resulta tan contundente como deliciosa.

Claro que, si buscas algo más intenso y, sobre todo, más propicio para los apetitos carnívoros, deberías inclinarte por el Gnocchi with Ragu alla Napoletana, cuya salsa, realmente suculenta y cocinada lentamente, incluye pedazos de puerco y de vaca, además de tomates, zanahorias, cebollas, apio y perejil.

Nos impresionó igualmente el Guancia Brasata, compuesto por carrilleras de ternera que se cocinan por varias horas a fuego reducido en una salsa especial de vino hasta adquirir una textura extremadamente suave y que, en este caso, vienen acompañadas por puré de papa y zanahorias.

Si prefieres los sabores marinos, la opción más acertada es el Settecento Pesce, preparado con la pesca del día, debidamente cocinada en la plancha y secundada por vegetales cocidos y una salsa verde ciertamente llamativa.

Había que probar definitivamente la pizza, por lo que elegimos una Napoli, servida con una salsa de tomate, anchoas, aceite de ajo y perejil que se coloca sobre la base de una masa muy delgada que no convencerá quizás a quienes estén acostumbrados a las de innecesario grosor, pero que responde perfectamente al estilo de la región de la que proviene y que, consumida individualmente, no hace que te llenes innecesariamente.

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Como nos lo dijo entre bocado y bocado Lucian Tudor, el joven dueño de Settecento, perteneciente a la empresa Global Dining Inc., tanto la pasta como la pizza se hacen desde cero en casa, usando harina de Italia que se encuentra libre de transgénicos.

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Más opciones

En el plano de los aperitivos, no se queda atrás el Polpo Grigliato, sorprendemente suave debido a su cuidadoso proceso de preparación y de cocción, y debidamente bañado en habichuelas, papas y aceituna; pero si estás en busca de una opción más abundante que se pueda compartir, te convendrá más el Tagliere di Salumi e Formaggi, una selección de charcutería y quesos que va cambiando según el día y que, acompañada por las crujientes tajadas de pan que se ofrecen, resulta realmente satisfactoria.

El área de los postres incluye clásicos como el tiramisú, con un punto adecuado de café, y el migliaccio, una tarta de semolina y ricotta mucho menos empalagosa que el ‘cheesecake’; y hay una oferta generosa de cócteles (una decena) y de vinos (procedentes de Italia, Francia, Estados Unidos y hasta Argentina).

En lo que respecta a la cena, correspondiente a la experiencia que tuvimos, este no es un lugar al que valga la pena acudir al paso o para matar el tiempo, sino un destino ideal para ocasiones especiales, lo que quiere decir que no es barato, pese a que los platos principales (que varían de tamaño, pero son normalmente más grandes de lo esperado) tienen costos accesibles para lo que ofrecen, ya que oscilan entre los 20 y los 30 dólares.

Pero Settecento ofrece también desayunos con precios realmente razonables (leemos que los croissants rellenos cuestan 6 dólares), sesiones de Happy Hour con platillos que valen alrededor de 10 dólares y, lo que es más interesante, almuerzos que incluyen un aperitivo y una pasta o una pizza por 25 dólares.

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Clase y modernidad

En desmedro de su fidelidad a la tradición gastronómica, el Settecento está buscando convocar a una clientela ‘hip’ y dinámica, por lo que no debes esperar que sus instalaciones sigan el mismo concepto que el menú.

Se trata de un restaurante amplio y bien iluminado con paredes laterales que se abren a manera de ventanas y que cuenta con dos patios; el más grande de ellos, emplazado en un vasto jardín, promete causar sensación durante las temporadas calurosas.

Estilísticamente, uno de sus aportes más notables es la ubicación de las columnas de libros que se aprecian en diferentes partes del recinto y que le brindan al ambiente entero un plácido aire intelectual. Pero también llama la atención la impresionante escultura que cuelga sobre la barra hecha de mármol importado, y que se encuentra elaborada con violines y trompetas reciclados.

“Los libros fueron comprados en The Last Bookstore y elegidos específicamente por mí; son una suerte de homenaje a la Biblioteca Central que tenemos al lado”, nos contó Tudor, aludiendo a la popular librería independiente de DTLA que se especializa en ejemplares de segunda mano. “Los instrumentos provienen del Santa Monica Music Center, y por ese lado, le rinden tributo a la Filarmónica de Los Ángeles”.

La música que escuchan los asistentes, y que era fácilmente perceptible durante nuestra visita sin alcanzar por ello un volumen desagradable, es completamente italiana, pero no siempre instrumental o antigua, porque se introduce también con generosidad en los terrenos del pop. El encanto de estas melodías se hará más evidente cuando empiece a tocar la banda en vivo que ya ha sido contratada, y que se instalará en el patio más grande.

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“No existe nada semejante en los restaurantes de esta zona, y lo que queremos con ello es crear una especie de club que le permita a la gente bailar al aire libre”, retomó Tudor, quien nació en Rumania pero vivió cerca de una década en Italia.

“Es una banda conformada completamente por músicos italianos reconocidos que va a interpretar canciones italianas de los ‘80 y los ‘90, como ‘Felicità’ y ‘Sarà perché ti amo’, aunque también combinará lo viejo con lo nuevo”, concluyó el ejecutivo. “Esperamos tener un gran verano”.

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