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Jóvenes de ascendencia indígena encuentran la libertad en la música de rock

“Esto es una revolución pacífica”, asegura Julián Hernández “Zanate”, guitarra y voz de Lumaltok, banda de rock en tsotsil.

En Zinacantán, en los Altos de Chiapas, resultaba extraño ver a estos muchachos con el pelo largo y pantalones rotos, como los rockeros de los discos que escuchaban, tratando de fusionar el rock con su lengua. Decían que estaban locos, que eran “hijos del diablo”.

“Fue un gran reto ser músico en un pueblo tradicionalista”, cuenta entre carcajadas el guitarrista de 26 años.

El rock no nació en Zinacantán, plantea, pero lo han hecho su estandarte para decir lo que piensan. El EZLN influyó en el surgimiento de las bandas de rock en la región. Escuchaba hablar de libertad a su hermano, que ya era mayor cuando ocurrió el alzamiento en 1994. Así creció “Zanate”, queriendo que nadie le dijera qué hacer.

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Su primera tocada fue en San Cristóbal. Cuando llegaron, se enteraron que era un acto proselitista del PRD. No les importó, ellos sólo querían tocar. Desde 2007 han tocado lo mismo en bares de mala muerte, bodas y 15 años, que con el EZLN o partidos políticos.

Sus letras hablan de lo que ve en Zinacantán. “Es un pequeño mundo donde hay corrupción, maldad, envidia, paz, alegría, drogas y sexo”. La banda, con tres álbumes hasta ahora, lleva por nombre Lumaltok, neblina en tsotsil.

“No puedo decir que soy el mismo tsotsil que fue mi padre o mi abuelo. Soy el nuevo maya tsotsil. Estamos construyendo nuestra propia cosmovisión, con nuestras propias vivencias y el rock. Somos libres. Y hacemos lo que queremos sin lastimar a nadie. Es nuestra revolución pacífica”, subraya.

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Vayijel apareció en escena hace 10 años. Querían cantar en tsotsil. No querían que su lengua se perdiera y que otros jóvenes de San Juan Chamula, presa del racismo, sintieran vergüenza de hablarla. Son pioneros del rock en tsotsil.

“Es un orgullo. Queríamos mostrar nuestra cosmovisión”, responde vía skype Óscar López, guitarrista y vocalista.

Descubrió el rock a través de un hermano que marchó fuera de Chiapas para trabajar y volvió con un casete que escuchó una y otra vez. No entendía las letras en inglés pero sintió que aquello era distinto a la música norteña que privaba en la comunidad. “Era una música honesta, Esa energía me conectó”.

Defienden su independencia y no quieren que se les apoye simplemente por ser indígenas sino por su talento.

“Que nos conozcan como una buena banda, no como una banda indígena”.

Fusionan el rock con la música tradicional. Entre sus influencias figuran desde el metal hasta el rock progresivo y psicodélico. En sus conciertos portan máscaras que representan animales de su cosmovisión.

“La máscara es para nosotros energía, espíritus del bosque, del cielo”, dice López, quien atiende una tienda de instrumentos musicales en San Cristóbal de las Casas.

Varias canciones están relacionadas con el chulel y con la conexión del cuerpo con el vayijel (animal guardián). Aunque con el tiempo, las letras que escribe se han vuelto más personales.

En marzo saldrá su segundo disco. Trabajan con el productor Sebastian Jheiva, que ha colaborado con David Bowie (ahora finado), Moby y The Strokes.

“Me gustaría algún día estar en Glastonbury”. El sueño de cualquier banda de rock. Sin etiquetas.

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La banda de Xipe Vitan Ja’i se asume como un proyecto incómodo.

“No somos indígenas, somos chavos de la ciudad, defeños, y nuestra postura es contestataria y crítica acerca de lo que ha hecho el Estado con las culturas originarias”, señala Arturo García, vocalista y letrista.

Cantan en tres lenguas y de ahí el nombre: Xipe (pelado, en náhuatl), Vitan (hoy, en tu’un sávi) y Ja’i (gente, en hñähñú). Son la gente de hoy.

García empezó con la banda en la Facultad de Arquitectura de la UNAM. “Tocamos horrible, hasta me quedé ronco”, cuenta sobre su primera tocada en la fiesta de un amigo. El proyecto se volvió serio en 2006.

En el camino, descubrió su origen hñähñú, otros dos integrantes se asumieron tu’un sávi (mixteco) y otros, afrodescendientes. Ahora cantan más en estas lenguas.

García mantiene una iniciativa de docencia, revitalización y sensibilización de lenguas originarias.

En el escenario empezaron maquillándose como los metaleros pero luego pasaron a los colores e iconografía prehispánica. Ahora cada quien diseña su propio maquillaje. García se dibuja en la cara una cinta de colores rojo y azul a la altura de los ojos que representa la tierra de cultivo, y frases en hñähñú. Llevan textiles como atuendos.

Lanzaron su primer material en 2009, un EP, Tiempos del verdor, con cuatro canciones grabadas de manera casera. En 2012 su LP En el lugar rodeado de espinas. Ahora preparan un par de sencillos. “Somos más que una banda de metal. Es un proyecto musical y cultural, y de contribución social”.

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