Por qué levantar las restricciones por COVID-19 demasiado pronto podría impulsar la transmisión de nuevas cepas
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La vacunación contra el COVID-19 se aceleró a más de dos millones de inyecciones por día en Estados Unidos. Sin embargo, una variante del coronavirus más transmisible, proveniente de Reino Unido, se abre paso por todo el país. Y los gobernadores de Texas a Massachusetts están compitiendo para levantar los mandatos de uso de mascarillas y las restricciones de reunión, para proceder con la reapertura de gimnasios, restaurantes, lugares de trabajo y escuelas.
Para un virus en busca de nuevas formas de propagarse y enfermar, esta convergencia de eventos es un momento de oportunidad única, y una reciente investigación subraya el peligro.
Dos estudios publicados esta semana en la revista Science exploran algunas de las circunstancias conocidas que dan lugar a nuevas variantes genéticas del virus SARS-CoV-2.
Tanto en un ejercicio de modelado matemático como en una inmersión genética profunda sobre 1.313 muestras de coronavirus, los investigadores exponen que es más probable que los preocupantes cambios genéticos en el virus echen raíces y se propaguen cuando aumentan las tasas de infección, cuando muchas personas tienen inmunidad parcial y cuando al virus le cuesta más encontrar a su próxima víctima.
Los hallazgos sugieren que los próximos meses podrían traer nuevos desafíos a un país ya golpeado y exhausto por la pandemia, además de ansioso por recuperar la normalidad de la vida.
En todo caso, hay motivos tanto para la esperanza como para la preocupación.
Los Centros para el Control y la Prevención de Enfermedades (CDC) proyectaron a fines de enero que la variante del coronavirus de Reino Unido, conocida como B.1.1.7, superaría a las cepas existentes en Estados Unidos a fines de marzo. Para ese momento, la B.1.1.7, que es aproximadamente un 50% más transmisible y se estima también como más virulenta, impulsaría un resurgimiento de infecciones en EE.UU.
Esa sombría proyección probablemente habría sido menos severa si los CDC hubieran previsto el drástico aumento de la vacunación. Con más de 95 millones de dosis aplicadas hasta el miércoles, el 24% de los adultos estadounidenses han recibido al menos una primera dosis y el 12.9% se ha vacunado por completo.
Mientras tanto, el promedio móvil de siete días de nuevos casos de coronavirus cayó de un máximo de 249.360, el 11 de enero pasado, a 62.555 el 5 de marzo. Muchos gobiernos estatales aprovecharon la disminución para revertir las restricciones de salud pública.
La Dra. Rochelle Walensky, directora de los CDC, intenta caminar por la cuerda floja entre la esperanza y el miedo. La perspectiva de nuevas variantes virales y de las condiciones que propician su aparición ha sido su mensaje central para el público. “Cuanto más virus circula, más cepas son posibles”, remarcó la doctora en MSNBC. “Y esas variantes pueden surgir y disminuir el efecto de la vacuna. Entonces, mientras vacunamos a la gente, debemos asegurarnos de que haya cada vez menos virus circulando, que no ponga en riesgo la eficacia de nuestra inmunización”.
Marzo y abril “son períodos críticos aquí”, agregó Walensky. Es una carrera entre vacunas y cepas, y una vacunación rápida es el contraataque más potente del país para las amenazas como la cepa de Reino Unido. El uso de mascarillas, el distanciamiento social y los límites en las reuniones “nos dan la oportunidad de luchar para que la mayor cantidad de personas posible se vacunen” antes de que los casos resurjan y creen condiciones propicias para la aparición de nuevas variantes, explicó.
La nueva investigación en Science confirma estas preocupaciones. En uno de los estudios, investigadores de la Universidad de Oxford lideraron un esfuerzo para observar la “evolución en acción”. Así, recolectaron y secuenciaron genéticamente una serie de muestras virales de británicos que dieron positivo a la infección por coronavirus entre marzo y junio de 2020. Su objetivo: ver de cerca cómo cambiaba el virus a medida que pasaba de una persona a otra y de un hogar a otro.
Este trabajo reveló que las mutaciones que amenazan la efectividad de las vacunas o medicamentos contra el COVID-19 surgen únicamente en raras ocasiones en un solo individuo. Cuando lo hacen, es inusual que se transmitan en cadena y de forma sostenida.
Pero la historia fue diferente para las variaciones con el potencial de hacer que el virus sea más transmisible o más virulento.
Al igual que las “mutaciones de escape” que erosionan la eficacia de la vacuna, estos cambios genéticos tienden a reprimirse en su origen. Pero su gran volumen hizo que la transmisión de algunas mutaciones fuera más probable, señalaron los autores. Estos cambios estaban ocurriendo “con tal frecuencia que incluso un infrecuente evento de transmisión […] podría resultar en una rápida propagación”.
Al sumar esa perspectiva de “propagación rápida” en una situación sin uso de mascarillas, con comensales agolpados en restaurantes e instructores de gimnasia dando aliento a sus alumnos, tanto el encendido como el combustible para una nueva y temida ola están en la mezcla, según los expertos.
“Este hallazgo subraya la necesidad de limitar las oleadas posteriores de infección para disminuir la probabilidad de que surjan variantes nuevas, más contagiosas y virulentas”, enfatizó el Dr. Joshua T. Schiffer, médico especialista en enfermedades infecciosas del Fred Hutchinson Cancer Research Center, en Seattle. “Cuantas más infecciones haya, mayor será la probabilidad de que esto suceda”.
Schiffer agregó que los científicos temen cada vez más a un escenario que podría surgir cuando un brote inicial es seguido por un segundo, un par de meses después: los pacientes inmunodeprimidos que no lograron eliminar la infección en la primera ola se convierten en potentes incubadoras de nuevas cepas virales que amenazan con propagarse a medida que se inicia un nuevo brote.
“La mejor estrategia”, destacó, “es simplemente evitar que surjan variantes en primer lugar. Y para hacer eso es necesario frenar una nueva ola de infecciones”.
En el segundo estudio, un equipo de modeladores de enfermedades infecciosas se propuso deducir el impacto de extender los escasos suministros de vacunas al retrasar la segunda dosis, de un régimen vacunatorio de dos inyecciones. Descubrieron que la respuesta dependía en gran medida de un factor X que probablemente cambia de una vacuna a otra: el nivel y la duración de la inmunidad conferida por una sola dosis. Si la primera inyección confiere una protección medianamente fuerte contra el COVID-19, y si esa protección no disminuye antes de que se pueda administrar una segunda inyección, entonces el régimen podría retrasar la transmisión de manera efectiva, concluyeron los investigadores.
Pero si extender la primera y la segunda dosis dejara a grandes franjas de la población con inmunidad comprometida, lo suficiente para prevenir la muerte, tal vez, pero no lo capaz como para erradicar la infección por completo, “el resultado podría ser más pesimista”, escribieron los autores.
Esencialmente, quienes están parcialmente vacunados podrían no eliminar una infección por coronavirus de la misma manera que lo hacen los pacientes inmunodeprimidos. Eso significa que el virus, bajo presión para desarrollar formas de eludir los efectos de la vacuna, encontraría un suministro abundante de huéspedes en los que generar mutaciones genéticas.
Algunas de esas mutaciones podrían cambiar el comportamiento del virus de manera que sea más peligroso para sus huéspedes y alimente su capacidad de propagación.
Lo más inquietante es que podrían socavar los esfuerzos para poner fin a la pandemia mediante la vacunación masiva al fomentar la aparición de variantes virales que hacen que las vacunas sean menos efectivas, escribieron los investigadores. “Una estrategia vacunatoria con un período muy largo entre ambas dosis podría generar beneficios marginales a corto plazo (una disminución de la carga en lo inmediato), pero a costa de una mayor carga de infección a largo plazo y un potencial sustancialmente superior en nivel de evolución viral”, añadieron. El riesgo es particularmente alto “en lugares donde la implementación de la vacuna se retrasa y las tasas de aplicación son bajas”.
Si surgen tales variantes, la amenaza no se limitará a los países en los que surgen, agregaron los autores del estudio: “Esto subraya la necesidad urgente de equidad global en la distribución y el despliegue de vacunas”.
Un experto en pandemias de la Universidad de Minnesota, Michael Osterholm, advirtió que los países de ingresos bajos y medianos cuyas poblaciones permanecen en gran parte sin vacunar no solo sostendrán la pandemia: mientras se descuiden sus necesidades de vacunación, también se convertirán en una fuente inagotable de nuevas variantes del coronavirus.
“Ahí es donde las mutaciones se desencadenarán rápidamente”, indicó Osterholm, quien dirige el Centro de Investigación y Política de Enfermedades Infecciosas. “Tendremos que ocuparnos de esos países, no estrictamente como una cuestión humanitaria sino también como forma de protección”.
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